Crocs: My favorite sous chef

Jamás entendí por qué la gente que trabajaba en la cocina estaba tan cansada… ¿Era la cantidad de horas? ¿Estar de pie? ¿El ritmo? Ni idea, no me lo imaginaba, era tanto lo que yo gozaba como periodista que cualquier dolor, molestia o malestar lo dejaba pasar siempre y cuando significara pasar tiempo en la cocina.

Lo cierto es que jamás me imaginé lo que iban a doler los pies hasta que entré a la escuela de cocina en The International Culinary Center. Me compré mis primeros zapatos de cocina, antideslizantes, de cuero, resistentes, con padding en la suela, buen peso, buena pinta, en teoría, las tenían todas, el precio también era tremendo, pero no importaba nada, yo quería que mis pies estuvieran felices. Lo cierto, es que ni pasábamos tantas horas de pie, eran cuatro por día y a veces un poco más, pero después de unos meses me empezó a pasar la cuenta, y al final, habiendo completado solo 600 horas solo en clases, cresta, no quería más guerra.

Entre las clases, entré a hacer mi práctica y las horas de pie en la cocina aumentaron a un número que rodeaba las 18 horas por día, ahí si que ya no podía ni caminar. Me quería morir, los fines de semana pasaba con los pies en alto e ir a entrenar al gimnasio era una verdadera tortura.

Cuando volví a Chile descansé bien, el verano le hizo justicia a mis pies, pero una vez que armé mi taller en la Casa Kuk, y volví a cocinar a full, el número de horas que me paso de pie -sin importar si es día de semana o no- es demasiado. Son fácil unas 10 horas por día, por lo bajo. Lo más gracioso es que mi motricidad y nivel de detalle en el trabajo no es el mismo si me siento, NECESITO trabajar de pie, especialmente porque soy más perfeccionista que la cresta.

No fue hasta que tuve que hacer la torta de Caja de Pandora que los pies se me reventaron, no podía más, quería llorar, el dolor era INSOPORTABLE. Los que tenía no me servían, las pantuflas no daban para ensuciarlas en la cocina y las botitas UGG tampoco soportaban el trabajar de pie cómodamente durante tantas horas, además que odio que se me recalienten los pies, tenerlos fresquitos es clave para mi. En fin, entregué la torta y me fui a almorzar al Issei del Mall Vivo de Los Trapenses, la mesa miraba a la tienda Crocs.

La tentación fue demasiada, mis patitas no daban más y le pedí a mi abuela (que es más generosa que nadie) que por favor fuéramos a ver si tenían algo que no fuera el típico sueco de goma. Y bueno ahí me enamoré a primera vista de las que hoy son mis regalonas en la cocina. Se llaman Swiftwater Cross-Strap, cada vez que se las muestro a alguien no pueden creer que son Crocs, las encuentran tan bonitas, tan estéticas y finas, ideales para mi, me carga andar disfrazada cocinando, el estilo es algo que para mi, JAMÁS se sacrifica.

Primero me las probé, son como andar a pie pelado, súper livianas, frescas (tienen MUY buena ventilación), cómodas para ponérselas y, por sobre todas las cosas, se suman a mi estilo. La verdad es que soy una persona muy estética, me cargan las cosas feas, toscas o que me hagan sentir disfrazada, los suecos caen en esa categoría y honestamente uso esos Crocs de pantuflas (y los amo). Pero me muero andar en el día a día con un zapato que no se vea estiloso, bonito y elegante dentro de su comodidad. Estos se ajustan a eso, los uso con patas, jeans e incluso pantys, versatilidad y comodidad pura, tanto así que cada vez que me los pongo bailo y subo videos a mis stories de Instagram.

Hay un pequeño pero, y se los cuento para que lo consideren. Por más cómodas que sean, NO son zapatillas deportivas y no se embalen para usarlas como tal. Son para uso diario y para mi una maravilla en la cocina. Pero su suela es blanda para deporte, no tiene el soporte adecuado para rebotar o pedalear, lo mismo con el empeine, especialmente en la bici donde pedalear hacia arriba sin tanto padding duele. pero para la cocina, y si no manipulan cosas calientes y peligrosas como agua hirviendo, son perfectas. Para los días que en que me pongo a decorar tortas como loca, son simplemente perfectas.

Pero en suma… ¡Las tendría en todos los colores y versiones para cocinar con ellas hasta el infinito y más allá!

Fotografía: Paula Zuvic
¡Para mi lo importante es SIEMPRE pasarlo bien en la cocina!

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